viernes, 12 de julio de 2013

El factor actitudinal en la atención a la diversidad

La atención a la diversidad supone una nueva forma de entender la realidad educativa. La escuela se enfrenta al reto de llevar a la práctica el derecho de todos a la educación y fomentar la igualdad de oportunidades. Sin embargo, estos planteamientos requieren una nueva forma de pensar y actuar, que en la mayoría de los casos, aún no se ha producido (Díaz, 2002, p.151)

1. Actitudes: Conceptualización
Podemos decir que todas las definiciones, a pesar de sus diferencias, tienen aspectos comunes. Todas ellas, de una forma u otra, resaltan la idea de que las actitudes se refieren a algo concreto, es decir, la actitud se tiene hacia un objeto, una persona o una situación particular. Por otro lado, también coinciden en que las actitudes no son innatas al hombre sino que éste aprende lo que es favorable o desfavorable para él, y esto le lleva a actuar de una forma u otra. Y por último, todas recogen los elementos, o por lo menos alguno de ellos, que componen las actitudes (Díaz, 2002, p.152)

2. Elementos que configuran la actitud

“Existen tres elementos o componentes en los que se basan las actitudes” (Moya y Ruíz, 1996, citados por Díaz, 2002, p.152):

a) Los sentimientos o afectos. Algo nos agrada o desagrada en función del sentimiento que provoque en nosotros. Es lo que se conoce como componente afectivo y ha sido considerado durante mucho tiempo como la actitud en sí misma.

b) Las creencias y el conocimiento. Creemos que algo es bueno o malo según el grado de conocimiento, la opinión o las creencias que tenemos sobre ello. A veces puede ser que dichos conocimientos no sean suficientes o sean equivocados, pero aún así pueden dar fundamento a la actitud.

c) Las conductas o acciones. Algo es favorable o desfavorable para nosotros en función de la conducta que manifestamos ante eso. La actitud no es la conducta en sí misma, es precursora de ésta. Este componente conductual está influenciado por los dos anteriores, ya que en función del conocimiento que tengamos de un objeto y del sentimiento que provoque en nosotros, nuestra manera de actuar frente a él será diferente.

Llegados a este punto, es necesario aclarar la relación entre conducta y actitud. Numerosos estudios han intentado poner de manifiesto la relación entre las actitudes y la conducta, hasta el punto de considerar las actitudes como predictivas de ésta. “El concepto particular de actitud es un constructo y, como tal, nos permite conocer la consistencia de lo que las personas dicen, piensan o hacen, de forma que dadas determinadas conductas se pueden predecir otras futuras” (Neto y Sierra, 1997 citado por Díaz, 2002, p.153).

San Martín y Perles, 1995 citados por Díaz, 2002, recogen “dos factores importantes que influyen y condicionan la relación entre conducta y actitud”:

a. Factores metodológicos. Para poder hablar de relación entre conducta y actitud es necesario que exista una estrecha correspondencia entre la medida de actitud que utilizamos y la medida de conducta, de lo contrario el resultado no tendrá validez. Por eso debemos distinguir por un lado, si la actitud se refiere a un objeto (la diversidad) o a  una acción ligada al objeto (atender a la diversidad). Por otro lado, si la conducta hace alusión a un acto único (inclusión de los alumnos en el aula ordinaria) o bien a actos múltiples (inclusión de los alumnos, concienciar sobre la necesidad de ésta, atender las necesidades de los alumnos, participar en su implantación en el centro, colaborar con los compañeros...). Por ello, debemos tener claro qué tipo de actitud medimos y con qué tipo de conducta se corresponde, para poder establecer relación entre ambas.

b. Factores situacionales. En algunas situaciones concretas, nuestras actitudes no se corresponden con las conductas exhibidas, por lo que el conocer las primeras no bastaría para poder predecir las segundas. Uno de los factores situacionales o ambientales más influyentes lo constituye la norma social, es decir, lo que los miembros del grupo de referencia esperan que haga un individuo. La situación determina, en algunas ocasiones, que nosotros actuemos de una u otra forma. Además, esta actuación depende de las posibles consecuencias que nosotros le atribuyamos a la misma, es decir, de nuestra actitud sobre la acción, si consideramos sus efectos negativos o positivos en una situación concreta. Por otro lado, dicha acción también va a depender de lo que el sujeto crea que el grupo espera de él. Por lo tanto, la conducta en una situación determinada depende de los posibles resultados de ésta y de las expectativas de los demás.

3. Actitudes que influyen negativamente en la atención a la diversidad

Aunque podríamos decir que existen gran cantidad de actitudes, en función de la situación, de los sentimientos, de los objetos, etc, nos vamos a centrar en aquellas que de una forma u otra, influyen o pueden influir de manera más directa en el rechazo hacia la atención a la diversidad y en la forma negativa de percibir ésta. Siguiendo a Pastor Ramos (2000) citado por Díaz (2002 p. 153) vamos a centrarnos en tres tipos de actitud:

a)     Actitud de prejuicio. El prejuicio se considera una actitud porque tiene los tres componentes de ésta: cognitivo (se piensa mal de algo o alguien), afectivo (provoca desprecio, desagrado o miedo) y conductual (produce reacciones hostiles contra el objeto o sujeto). Normalmente, cuando hablamos de actitudes prejuiciadas nos referimos a las actitudes que hacen referencia a grupos minoritarios. Podemos definir el prejuicio como: “el mantenimiento de posturas sociales despectivas o de creencias cognitivas, la expresión de sentimientos negativos, o la exhibición de conducta hostil o discriminatoria hacia miembros de un grupo en tanto que miembros de ese grupo” (Brown, 1998 citado por Díaz, 2002, p.154).

b)     Xenofobia. La xenofobia es un tipo de prejuicio que normalmente desarrollan las personas que habitan en zonas donde coexisten dos o más grupos raciales, lingüísticos, religiosos, culturales, etc., sin que todos ellos se integren en una misma comunidad. Esto da lugar a actitudes de rechazo entre los distintos grupos, bien porque siente la amenaza que puede suponer la influencia de culturas diferentes o simplemente porque se rechaza aquello que es diferente a la propia cultura manifestando sentimientos de superioridad y segregación. Como toda actitud prejuiciada, la xenofobia no es innata o natural, sino que se adquiere culturalmente y es socialmente fomentada.

Es importante destacar que asistimos a nuevas formas de racismo que se deben combatir de manera diferente. En primer lugar, no basta con las campañas persuasivas tradicionales, ya que las personas, en general, suelen estar convencidas de que no son racistas. Es necesario, modificar de raíz las relaciones que se establecen entre la persona que es racista y la persona que sufre este comportamiento. Por ello, en segundo lugar, se deberían cambiar las relaciones sociales. Por último, para llegar a cambiar realmente las actitudes xenófobas o racistas, es preciso hacer caer en la cuenta a los individuos de que poseen dichas actitudes, que éstas son incongruentes con sus expectativas y que socialmente no son aceptadas. Si se crea este conflicto interno, es posible que se dé un cambio (Díaz, 2002, p.155)

c) Dogmatismo. El dogmatismo está relacionado con actitudes autoritarias y con convicciones fuertemente asumidas y cerradas sobre la realidad y los fenómenos que tienen lugar en ella. “Las personas dogmáticas serían aquellas que demuestran una gran cerrazón mental o una adherencia tan rígida a cualquier ideología que se autoincapacitarían para la creatividad, la evolución, y favorecerían en ellas emociones fuertes, conductas de intransigencia o intolerancia” (Pastor Ramos, 2000, citado por Díaz, 2002, p.155 ).

Las posiciones dogmáticas imposibilitan el aceptar ideas o datos novedosos que impliquen una modificación de las estructuras mentales o de las creencias mantenidas. Esto se debe a que las personas dogmáticas o autoritarias valoran el poder y la firmeza y su pensamiento se organiza en función de categorías sociales rígidas “nosotros/ellos” (Bourhis, Gagnon y Moïse, 1996, citados por Díaz, 2002, p. 156).


4. Fuentes que pueden favorecer la formación de actitudes favorables hacia la atención a la diversidad

“Independientemente de los posicionamientos o enfoques teóricos, Oskamp (1991) citado por Diaz (2002 p.156) recoge las principales fuentes de influencia en la formación de actitudes”:

a) Experiencia personal directa con el objeto de actitud. Existen dos aspectos a tener en cuenta. Por un lado, los hechos que marcan la vida de los sujetos, sobre todo aquellos percibidos como traumáticos, que determinarán la formación de la actitud en un sentido o en otro. Si una persona ha tenido una experiencia desagradable con un miembro de otra cultura que le ha marcado, lo más probable será que esta persona desarrolle actitudes negativas hacia todos los miembros de esa cultura. Por otro, la exposición continuada a personas o situaciones, puede generar actitudes, positivas o negativas, hacia las mismas. Pero la mera exposición no basta para formar las actitudes, es necesario obtener información que discrepe de nuestras expectativas iniciales.


b) Influencia de los padres. Normalmente, los hijos, sobre todo a edades tempranas, intentan acomodar sus actitudes a las de los padres, intentando conseguir así su validación. De este modo, las actitudes presentadas por los padres se tomarán como referente por parte de los hijos a la hora de formar las suyas propias. Los padres con actitudes autoritarias, racistas, prejuiciadas, etc..., influirán en la formación de esas mismas actitudes en sus hijos. Por el contrario, los padres con actitudes abiertas, tolerantes y solidarias, intentarán inculcar éstas en sus hijos. A veces los padres se sienten reacios ante el tema de la diversidad y de la inclusión de alumnos con n.e.e. en centros ordinarios por el desconocimiento que tienen sobre el tema, las ideas preconcebidas que se han formado, la falta de experiencias previas con ambientes escolares diversos, la ineficacia de canales de comunicación familia-escuela, el diálogo con otros padres cuyos hijos tienen n.e.e. (la actitud varía mucho si la problemática toca de cerca), la inadecuada organización del centro para su participación activa en éste, etc... (Domingo, 1998). Por ello, debemos plantearnos que los padres también necesitan tener una buena información y formación sobre el tema de la diversidad, ya que de esto dependerá su actitud y posicionamiento ante la misma, así como el sentido en el que influirán en la formación de actitudes de sus hijos.

c)Influencia de los grupos. Como ya hemos comentado, los grupos sociales influyen en la formación de las actitudes. La escuela, después de los padres, aparece como uno de los agentes sociales que más influencia tiene en la formación de actitudes. Durante mucho tiempo se ha utilizado como lugar de adoctrinamiento de las nuevas generaciones. Sin embargo, en la actualidad los docentes, conscientes del influjo de la escuela en los alumnos, se plantean la necesidad de enseñar actitudes y valores acordes con lo que demanda la sociedad: “Mucho se ha hablado en los último años del reto que tenemos los maestros en la formación de valores y actitudes en nuestros alumnos. Los padres de familia, los alumnos y docentes mismos estamos convencidos que el aprendizaje de actitudes y la formación de valores es la herencia principal que puede llevarse el alumno después de su tránsito por la escuela. No hay discusión cuando se cuestiona qué es más pertinente enseñar en la escuela: los nombres de todos los municipios que conforman el estado español o actitudes de compañerismo y solidaridad.” (Dávila, 1999:1). En lugar de fomentar actitudes competitivas e insolidarias, la escuela y el profesorado deben fomentar actitudes de respeto, convivencia y compañerismo

5. Evaluación de actitudes hacia la atención a la diversidad

Criswell et. Al. (1993); Block y Rizzo, (1995); Yasutake et. al., (1994) citados por Díaz, (2002) afirman que “numerosos estudios se han centrado en las actitudes docentes tomando variables como la edad, el sexo, el nivel socioeconómico, el nivel profesional, el tipo de formación, etc., para establecer hasta qué punto estas variables, relacionadas con las características de los profesores, influyen en dichas actitudes”:

A estas variables, Jurado y Sanahuja (1995) citados por Diaz (2002) añaden otras más:

• Tipo de escuela. Es importante diferenciar si el centro es privado o público, porque esto puede influir en las actitudes docentes.

• Número de profesores y de alumnos del centro.

• Número de alumnos del aula. Disminuir la ratio del aula con el fin de aumentar la calidad de enseñanza, también favorece la atención a la diversidad y la actitud positiva.

• Conocimiento sobre experiencias realizadas en este ámbito, cuyos resultados hayan sido positivos.

• Con respecto a los profesores de educación especial, se distingue la actitud de la profesora de apoyo a la integración, que está totalmente de acuerdo con ella y valora positivamente la inclusión total en el aula ordinaria; de la actitud de los docentes de educación especial que están de acuerdo con una atención individual, dentro o fuera del aula regular, porque piensan que los estudiantes con n.e.e. disminuyen la atención del profesor hacia el resto de sus compañeros.

“La revisión sobre las investigaciones en el campo de las actitudes del profesor tutor hacia los alumnos con n.e.e. escolarizados en su aula, realizada por León (1995) citado por Díaz (2002) concluye en tres grandes líneas”:

• Las características de los alumnos con n.e.e. determinan la actitud docente. Entre ellas se destaca: las características físicas, el rendimiento académico, habilidades o comportamientos sociales, autoconcepto positivo, problemas de conducta....

• Percepciones del profesor sobre el comportamiento de éstos alumnos. Algunos docentes consideran que hay alumnos integrados en aulas ordinarias que no poseen las características o requisitos mínimos de educabilidad. Esto se debe a que consideran que estos alumnos tienen: bajas expectativas académicas, hiperactividad, conductas disruptivas, atención baja, rechazo al trabajo, etc.

• Las características de los alumnos con n.e.e. determinan la actitud positiva de los compañeros. Parece ser que la capacidad que poseen los alumnos con n.e.e. hacia cierto tipo de tareas lúdicas, atrae el interés de sus compañeros. Por otro lado, cuanto más similar es la edad, mayores relaciones se establecen entre ambos. Por último, el etiquetar a los alumnos con n.e.e. influye negativamente en la relación que sus compañeros mantienen con ellos.

Actitudes de los padres y alumnos

Los padres y alumnos son otros agentes implicados en el proceso de integración, por lo que sus actitudes también influyen en éste. Las actitudes y opiniones de los padres influyen en las actitudes de los profesores, por lo que se hace conveniente que ambos trabajen de forma colaborativa y mantengan una comunicación abierta (Michael et. al, 1992, citado por Díaz, 2002).

“La investigación sobre las opiniones y actitudes de los padres hacia la inclusión de sus hijos en centros ordinarios realizada por Davern (1999) citado por Díaz, (2002) arrojó los siguientes resultados”:

• Los padres piensan que los profesores de aulas ordinarias ven la inclusión de sus hijos como una imposición. Cuando demuestra entusiasmo o interés por ellos, es porque suponen o representan un reto para los docentes.

• Por otro lado, opinan que los profesores de aulas ordinarias consideran a sus hijos como responsabilidad del profesor de apoyo, no suya.

• También reivindican la necesidad que tiene sus hijos de apoyos dentro de aula ordinaria como otro profesor que les ayude, adaptación de las actividades, del tiempo... Sin embargo la orientación sigue en tratar de que sus hijos les gusten al resto de la clase.


Las actitudes que los docentes y padres manifiestan hacia los alumnos con n.e.e. y, en general, el ambiente de la escuela, determinarán la forma en la que éstos se enfrenten a ella y a las tareas escolares. Los ambientes estimulantes y que ofrecen apoyo a los alumnos, tienen más posibilidades de desarrollar actitudes positivas en éstos, hacia sí mismos y hacia el trabajo escolar al que deben enfrentarse (Fontana, 1990 citado por Díaz, 2002).

Para concluir, podemos decir que aunque parece ser que no hay actitudes abiertamente negativas hacia la integración, aunque se hace necesario modificar algunas, que todavía no son las más adecuadas para desarrollar la integración escolar. No existen demasiados estudios sobre la modificación de actitudes de los agentes implicados en la integración escolar, aunque las técnicas más utilizadas son las siguientes (Molina, 1994; León, 1995 citado por Díaz, 2002):

Contacto o exposición. Aunque parece que en algunos estudios se ha comprobado que la exposición continuada a un objeto o persona, puede mejorar o cambiar la actitud hacia éstos, no es condición suficiente para modificar una actitud de manera consistente, ya que dicha actitud puede verse determinada por la información que poseemos sobre las características del objeto de actitud (negativas o positivas) y por el contexto en el que estamos expuestos a dicho objeto. Cuando esta experiencia se extiende más allá de la mera exposición y se convierte en fuente de información, será posible el cambio actitudinal. Los resultados de las investigaciones suelen ser contradictorios, parece que el contacto con personas discapacitadas ayuda a generar actitudes positivas hacia ellas. La interacción con personas discapacitadas, no asegura el cambio radical, ya que influyen variables como el status social, el tiempo de exposición, etc... pero ayuda a mejorar el concepto y actitud hacia estas personas.

Información y persuasión. La mejor manera de cambiar las concepciones que se tienen sobre la integración escolar y los alumnos con necesidades educativas especiales, es ofreciendo una información adecuada sobre el tema. A veces muchos de los problemas que se plantean, derivan de la falta de información que poseen profesores, padres y alumnos. Como ya vimos, la comunicación persuasiva parece ser un buen medio para modificar las actitudes, siempre y cuando, se tengan en cuenta las características del emisor, del mensaje y del receptor.

Simulación de minusvalías. Es otra técnica que se puede emplear para modificar las actitudes. Es un juego de role-playing en el que se simula tener una determinada minusvalía (ceguera, sordera, etc...). Se observan las reacciones de los implicados en el role-playing y los efectos que produce en ellos. Parece ser que la experiencia de la simulación ayuda a mejorar las actitudes hacia las personas con minusvalías.

Grupos de discusión. Discutir un determinado tema en grupo, puede ayudar a aclarar ideas o concepciones. Pero estos grupos deben estar estructurados y deben estar dirigidos por personas preparadas, ya que de lo contrario se pueden convertir en discusiones informales, lo que contribuiría a reforzar las actitudes de partida de cada uno de los miembros.

Procedimiento mixto. Se pueden utilizar varias técnicas a la vez, en grupos distintos o en el mismo grupo, comparando después los resultados. La investigación realizada por García y Sales (1997) citado por Díaz (2002) pone de manifiesto que la utilización combinada de diferentes técnicas es ventajosa en la formación y modificación de las actitudes. Se pretendía llevar a cabo un programa de formación de actitudes interculturales para la Educación Primaria. Se realizó un diagnóstico actitudinal en el grupo de control y en el grupo experimental. Una vez hecho el diagnóstico inicial se aplicó el programa al grupo experimental. Dicho programa constaba de tres bloques: Participación activa (aproximación didáctica, role-playing y discusión en grupo), cooperación en el aula (técnica puzzle de Aronson, los equipos de juego-concurso de Vries y el grupo de investigación) y comunicación persuasiva (fotopalabra y discoforum).


       “Para concluir, consideramos que la formación de actitudes positivas hacia la diversidad, debería fomentarse desde edades tempranas, porque de esta manera no se tendría después que intervenir para cambiarlas. La información y formación adecuadas, parecen ser la base para fomentar dichas actitudes” (Díaz, 2002, p.163)


Fuente: Díaz, M (2002) El factor actitudinal en la atención a la diversidad. [Documento de PDF] 

No hay comentarios:

Publicar un comentario