“La
Educación en Chile ha adoptado un sello eficientista y tecnologicista, gracias
a esfuerzos del Ministerio de educación, y de actores políticos y sociales como
ONGS, quienes proveen recursos materiales para el mejoramiento de la educación”
(Ossa, 2011, p.72)
Ruz y Bazán (1998)
citados por Ossa (2011) nos plantean que
esta situación implicaría la primacía de una visión
filosófica en educación que detenta como premisas la existencia de una realidad
observable, manejable, individualista, ordenada, y parcelada, donde unos crean
políticas y otros las ejecutan, buscándose modificar un problema pensando solo en
su solución; es decir, una mirada instrumentalista y relacionada con el
paradigma de la simplicidad.
Sin embargo esta mirada
no es la única, como bien lo expresan Ruz y Bazán (1998) citados por Ossa (2011) existen
otras perspectivas que plantean la existencia
de una educación más socializada, valórica, integrada, que se centre en sus
actores; una mirada que busca hacer crecer la institución con y para sus
actores, es decir, una mirada práctica (comprensiva) o crítica (transformadora)
las que estarían más cerca del paradigma de la complejidad.
“Se puede
señalar que la discusión acerca de la simplicidad y la complejidad guardan
relación con el conocimiento y la búsqueda de la verdad, ya que se circunscriben
dentro de las perspectivas con que los seres humanos nos hemos explicado la
realidad” (Ossa, 2011, p. 73)
“Un
establecimiento educativo desde la simplicidad implicaría una realidad
necesaria de ser ordenada, concreta y clara para ser explicada, predecible y
comprobable para evaluar-controlar” (Ossa, 2011, p.75)
Por otra
parte, Londoño
(2002), citado por Ossa, (2011) establece que “una
institución educativa desde la complejidad requiere de una realidad difusa, que
acepte el caos y la variabilidad de los seres humanos, es decir sujetos que
enfrenten el desorden para buscar el orden, donde se acepte y fomente la
tolerancia a la ambigüedad, para criticar y reconstruir activamente el
conocimiento”.
Ossa, (2011) hace
referencia a que,
en sus inicios la psicología
educativa se centra en la preocupación de cómo las personas logran aprender los
contenidos escolares, en la primera época aparece fuertemente ligada a la
educación especial, en un segundo momento contempla aspectos emocionales,
afectivos y sociales del alumno, en la tercera fase empieza a considerarse la
necesidad de formar a los profesores en los avances del conocimiento
psicológico y en su integración en la metodología didáctica y a partir de 1980,
comienza la búsqueda de modelos alternativos basados en las teorías cognitivas,
sistémicas, organizacionales, ecológicas y en la psicología comunitaria
intentando dar un giro al esquema tradicional de atención individualizada a los
casos problemáticos, subrayando la importancia del contexto (p.76)
Se podría
decir que así como en sus inicios la psicología educativa fue heterogénea e
indefinida, con esas mismas características se puede definir el rol de
psicólogo educativo. Arredondo e Iturra (2002) citados por citados por Ossa (2011) establecen que “en el contexto de la educación
chilena el rol de el/la psicólogo/a educacional ha carecido y aun carece de
precisión y delimitación, se le atribuyen labores de psicodiagnóstico, sus
tareas oscilan entre el diagnóstico, la asesoría a maestros/as y la
intervención con los alumnos/as, que a veces es un simple entrenamiento
intensivo y a veces es una psicoterapia” (p.77)
Banz (2000)
citado por Ossa (2011) menciona que,
lo anterior ocurriría, porque las
porque las unidades educativas y el sistema educativo, en general, desconocen
sus necesidades en relación con el rol de el/la psicólogo/a educacional y como
resultado de ello, le atribuyen una serie de poderes respecto a problemas del
sistema y le plantean la expectativa de solucionar los problemas en forma
aislada del mismo sistema, y a través de capacidades profesionales que se
supone debiera poseer (p.77)
La perspectiva simplista
influiría en el rol del psicólogo en educación, asignándole un papel de
experto, con lo que se adquiere un estatus de poder para intervenir sobre el
otro, así como un rasgo de especialista, lo cual encierra y atomiza el
conocimiento en función de una parte de la realidad, a menudo problemática o
anormal. Este rol profesional desde la mirada de la simplicidad genera gran
cantidad de conocimiento y un estatus que otorga poder frente a otros campos,
pero tiene su punto negativo, nos aleja del sujeto con el que estamos
interactuando, llevándolo en muchas ocasiones a adoptar una posición pasiva y
fragmentada (Ossa, 2011, pp. 78-79)
Para
lograr el rol desde la mirada de la complejidad de parte del psicólogo
educacional, es necesario abandonar ciertas creencias y paradigmas que han
marcado fuertemente el campo de la psicología de la educación, entre estos Ossa
(2011) menciona a “la focalización del proceso enseñanza – aprendizaje, la
individualización, la patologización de las conductas, entre otros” (p.79) por
ello asumir el rol del psicólogo bajo esta mirada nos llevaría a considerar
continuamente la necesidad de modificarnos y reestructurarnos como
profesionales, asumiendo de este modo las premisas básicas del pensamiento
complejo.
Fuente: Ossa, C (2011)
El rol del Psicólogo Educacional: La
transición desde el paradigma de la simplicidad al paradigma de la complejidad.
Revista Pequén, Vol. 1, N° 1,
72-82. [Documento de PDF]
El psicólogo educativo, es una agente más en la complejidad que es el sistema educativo, que debe tener la amplitud de tratar con cualquier situación que se le presente.
ResponderEliminarNo imagino a un psicólogo per se que no tenga algún tipo de apertura, el dinamismo y la creatividad es una cualidad que debe prevalecer en la psicología de cualquier tipo, y en la educativa con más razón, ya que se está tratando con padres y madres de familia, directores, profesores, la comunidad y el estudiante. Como dice el texto al principio debe existir el caos para llegar al orden, lo lineal nos lleva a la comodidad y nos deja en servicio de la mediocridad y la ignorancia.
El psicólogo educativo tiene que tomar en cuenta el modelo biopsicosocial y espiritual, como parte de su trabajo, y buscar siempre la reestructura de su propio sistema, tomando en cuenta las necesidades de la comunidad educativa.